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Por Jean-François Var
Publicado en el Boletín Informativo nº 13 (2.007) del G.E.I.M.M.E.
Jean Baptiste Willermoz nació en Lyón el 10 de julio de 1730, y murió en la misma ciudad el 29 de mayo de 1824. Fue un Masón de una envergadura excepcional, de aquellos que no se dan muchos en un siglo. Resulta innegable que ha sido una de las personalidades más eminentes y considerables de la historia de la Masonería - especialmente de la Masonería francesa, aunque no únicamente de ella- y que ejerció sobre su evolución, una influencia determinante. Verdadero padre fundador del Régimen Escocés Rectificado, fue el arquitecto en jefe de un edificio que todavía subsiste duraderamente, a pesar de haber sufrido sorprendentes vicisitudes de todo tipo. Durante largo tiempo, ha estado de moda adoptar a propósito de Willermoz, un tono denigrante y burlón, que podemos encontrar a porfía bajo la pluma de Paul Vulliaud, de Alice Joly, de René le Forestier, de Pierre Chevalier, etc... El primero en dar la vuelta a esta tendencia fue Antoine Faivre, cuando en 1973, en su "El Esoterismo en el Siglo XVIII", escribía: "Podemos decir de él que alcanzó un alto nivel de espiritualidad, y que su amplitud de miras era poco común. Se mostró dotado, tanto para la meditación como para la iluminación interior, al igual que para la organización o la administración. La Revolución, por poco resulta fatal para su obra, pero se le ha considerado siempre como uno de los más grandes personajes de la historia masónica". (pág. 176). Desde entonces, y en particular con la salida a la luz de numerosos documentos y archivos, la grandeza del personaje se ha ido imponiendo día a día.
Proveniente de una antigua familia burguesa de Saint-Claude, cerca de París (cuyo patronímico se ortografiaba Vuillermoz), y que, según documentos aportados por la propia familia, eran de origen español; su padre se instaló en Lyon como comerciante mercero. Jean-Baptiste, el mayor entre doce hermanos de ambos sexos, fue muy pronto proyectado a la vida activa. A la edad de 14 años entraba como aprendiz al servicio de un comerciante de sederías, y a los 24 montaba su propia empresa de manufactura. Poco antes de Wilhelmsbad, una nota lo describe como "fabricante de tejidos de seda y plata y comisionista en sederías". En 1782 vendió su establecimiento, conservando no obstante intereses en el negocio de mercería de su hermano Antoine y de su cuñado Pierre Provensal, marido de su hermana mayor Claudine.
A pesar de consagrar a la Francmasonería lo esencial de su larga vida, se comprometió activamente en la vida de su ciudad, conforme al espíritu de las reglas que él mismo había dictado para los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa; es decir, poniendo sus facultades de organizador y administrador al servicio de la religión y la beneficencia en su más amplio término. En esta línea, fue sucesiva o simultáneamente, administrador del hospital (durante el peligroso período del Terror, en 1793), luego lo fue de los hospicios civiles de Lyon, miembro del consejo parroquial de San Policarpo; como consejero general del departamento del Rhôn, se ocupó de la instrucción primaria, acabando por ser un agricultor apasionado... Willermoz lo fue todo, salvo un Masón de salón.
Sin embargo, es por su obra masónica que ha pasado a la posteridad. Iniciado en 1750 a la edad de 20 años en una logia cuyo nombre se ignora, franqueó muy rápidamente todos los escalones. Elegido Venerable apenas dos años más tarde, en 1752, siente la necesidad de poner orden en una situación "marcada por abusos a los que cada vez se les daba mayor crédito", contribuyó a formar, en 1760, la Gran Logia de los Maestros Regulares de Lyon, reconocida en 1761 por la Gran Logia de Francia. Después de haber sido su Presidente entre 1762-63, obtiene poder ser "Guarda de sellos y archivos", función que debería ser de su preferencia, pues la ocuparía en todos, o casi todos los organismos a los que perteneció, y que le permitía sacar partido de la correspondencia de negocios que mantenía con Europa entera, pudiéndose librar de este modo a una de sus actividades favoritas: recoger, estudiar y comparar los rituales de todos los grados posibles. Y ello, no por gusto de coleccionista, sino por razones mucho más profundas, las cuales expondrá en una carta de noviembre de 1772 al barón de Hund, fundador de la Estricta Observancia: "Desde mi primera admisión en la Orden, he estado siempre convencido que ésta encerraba el conocimiento de un fin posible y capaz de satisfacer la honestidad humana. De acuerdo a ésta idea, he trabajado sin descanso por descubrirlo. Un estudio continuado de más de veinte años, una correspondencia particular y muy extensa con hermanos instruidos de Francia y fuera de ella, la custodia de los archivos de la Orden en Lyon, confiada a mi cuidado, me han procurado buena cantidad de medios para mis propósitos...". A efectos del estudio de los "altos grados" de los que iba teniendo conocimiento, constituyó una suerte de "laboratorio", un capítulo reservado a una "pequeña sociedad": el Capítulo de los Caballeros del Águila Negra, del que confió la presidencia a su hermano Pierre-Jacques.
El objeto de sus investigaciones, es decir, el verdadero fin de la Francmasonería, le fue revelado cuando fue admitido, en marzo de 1767, por Martinez de Pasqually en persona, en su Orden de los Caballeros Masones Elegidos Cohen del Universo. En otra carta, igualmente de 1772, a otro dignatario de la Estricta Observancia, el barón Landsperg, Willermoz se explica con discreción pero con nitidez: "Ciertas felices circunstancias me procuraron la ocasión durante mis viajes de ser admitido en una sociedad, bien estructurada y no muy numerosa, cuyo objetivo me sedujo, ya que me fue presentado fuera de las reglas ordinarias. Desde entonces, todos los sistemas restantes que yo conocía (pues no puedo juzgar los que no conozco) me parecieron fútiles y repulsivos. Es el único en que he encontrado esa paz interior del alma, la mayor ventaja de la humanidad, relativa a su ser y a su principio". De hecho, convencido de haber descubierto la verdad de la Masonería, Willermoz no la dejará jamás y, en despecho de las apariencias y a lo que se haya pretendido, permanecerá fiel a su iniciador Martinez, a su doctrina y a su Orden.
Después de haber sido recibido, como bien acaba de decir, en el curso de una ceremonia plena de emoción (ceremonia que Willermoz relataría en 1781 a Charles de Hesse), el Gran Soberano, que había descubierto sus capacidades, lo nombra poco después "Inspector General del Oriente de Lyon y Gran Maestro del Gran Templo de Francia". En mayo de 1768, el Sustituto Universal de la Orden de los Elegidos Cohen, Bacon de la Chevalerie, lo ordena Réau-Croix, pero como fuere que esta ordenación se llevó a cabo sin la autorización de Martinez, éste planteó dudas sobre su perfecta regularidad, por lo cual decidió confirmarla dos años más tarde, en 1730, por la "vía simpática", es decir, a distancia, método frecuentemente utilizado para las operaciones de los Élus Cohen, especialmente durante los trabajos del equinoccio.
Willermoz se tomó muy en serio las funciones que le habían sido conferidas y, meticuloso como era, fue entre los discípulos de Martinez el que más le presionó por obtener los rituales, instrucciones y otros documentos necesarios a los Cohen para poder trabajar. A este respecto, su correspondencia con Saint-Martin, a la sazón secretario de Martinez, es de lo más interesante, incluyendo las notas establecidas por Willermoz para la práctica de los rituales Cohen. En contra de la regla que él mismo se había impuesto para los otros sistemas - incluyendo el suyo, el Régimen Escocés Rectificado - conservó la dirección del Templo de Lyon, manteniéndolo en actividad desde poco después de la disgregación de la Orden de los Elegidos Cohen, hasta los primeros desórdenes de la Revolución. Prueba del respeto reverencial que Willermoz otorgaba a la obra de su maestro, es que nunca aportó el más mínimo cambio a la Orden de los Elegidos Cohen que dejó completamente al margen de su gran empresa de reforma - de rectificación - de la Masonería. En fin, en lo que concierne al hombre, en despecho de los tira y afloja o diferencias recíprocas, inevitables por otra parte en personas de naturaleza y carácter tan característicos y contrastados, le tuvo siempre la mayor de las consideraciones en tanto que maestro iniciador, escribiendo en este sentido, en 1821, en su ya extrema vejez: "...éste hombre extraordinario como no he conocido otro igual".
Y es que Willermoz había hecho suya de entrada, y para siempre, la doctrina de la reintegración, doctrina que desde entonces estimó que debía ser, y debía serlo para siempre, la base de la Masonería primitiva y auténtica. Si acaso esta doctrina era ausente de tal o cual sistema masónico, ello era la señal inequívoca de que éste era de naturaleza "fútil o repulsivo" o incluso "apócrifo", decía, tomando prestado el término y la idea de Martinez.
El descubrimiento de la doctrina de Martinez no disuadió en absoluto a Willermoz de continuar sus investigaciones sobre todos los sistemas masónicos que caían en su mano, y de solicitar también a sus numerosos corresponsales, a menudo príncipes, como era el caso de Charles de Hesse, el intercambio de "luces" sobre los mismos. Pero se ha confundido completamente el sentido de estas investigaciones, que se han presentado como una búsqueda incesante y siempre inacabada de la verdad. Nada más erróneo. Ésta verdad, Willermoz estaba convencido de haberla recibido, y ella le satisfacía por entero. Si continuaba buscándola más allá de la Orden de Martinez, era absolutamente en otro sentido: su intención era reunir en un solo manojo todos los sistemas masónicos auténticos, auténticos por que por hipótesis, comportaban la misma doctrina, o mejor aún, retomando una imagen que Willermoz utilizaba a menudo, por reunir las ramas salidas de un mismo tronco. Esta "reunión general de todos los ritos y sistemas masónicos" era una idea que perseguía desde hacía largo tiempo, y que expuso públicamente ante el Convento de Wilhelmsbad, idea que encuentra eco en la titulación oficial de las Logias del Régimen Escocés Rectificado, que no es otro que: "Logias Reunidas y Rectificadas".
Es en este sentido y no en otro como hay que interpretar su adhesión y la de los grupos de los que era su principal inspirador, en Estrasburgo y en Lyon, y en la Estricta Observancia, dicha también Masonería reformada o rectificada de Dresde. No obstante, esta adhesión con la Estricta Observancia alemana se hizo sobre la base de un completo equívoco: cuando el barón de Weiler, emisario de Charles de Hund, hablaba de "restablecer la Orden a su primer estado", éste entendía por ello el restablecimiento de la Orden del Temple abolida en 1313, mientras que Willermoz sobrentendía en sus palabras el retorno a la Masonería primitiva tal como Martinez enseñaba. Más adelante, Willermoz le confesaría a Charles de Hesse haberse sentido "caer del nimbo" al encontrarse, para sorpresa suya: "ante un sistema (la Estricta Observancia) sin bases y sin pruebas" y con una "profunda ignorancia sobre las cosas esenciales". La prueba - si acaso hay necesidad de ella - del valor que Willermoz daba a la doctrina de Martinez es que, después de la partida a Santo Domingo del Gran Soberano, y de su inesperada muerte, sintió la viva necesidad de organizar en su casa de Lyon, de enero de 1774 a octubre de 1776, unas "instrucciones" o "lecciones" de las que tanto Saint-Martin, como d'Hauterive o él mismo participaron, como instructores o como secretarios de sesión.
Sin embargo, como se suele decir, no hay mal que por bien no venga. El perfecto conocimiento que Willermoz tenía del panorama masónico francés y europeo le llevó rápidamente a la conclusión de que el sistema de Martinez era verdaderamente demasiado heterogéneo en relación a la Masonería de su tiempo para poderse implantar de manera duradera, y con mayor motivo para suplantar las otras. Ello obedecía, en el fondo, a la doctrina y, en la forma, al hecho de que el sistema de Martinez era en realidad una crypto-masonería, o si se nos permite decirlo, una "Masonería más allá de la Masonería". En cualquier caso, de acuerdo con Willermoz, la doctrina era la única verdadera, la única con capacidad para expresar la auténtica verdad de la Masonería.
Fue entonces cuando tuvo la genial idea de constituir su propio sistema que transmitiría, a la vez por la enseñanza y por la iniciación, ésta verdad y que, por añadidura, protegería en su fuero interno la Orden de los Elegidos Cohen. El resultado fue el Régimen Escocés Rectificado, que sería oficialmente sancionado, a nivel de Francia, por el Convento de las Galias, hecho en Lyon entre noviembre/diciembre de 1778, luego a nivel internacional, por el Convento de Wilhelmsbad, en Alemania, entre agosto/septiembre de 1782.
Éste Régimen está dotado de una arquitectura concéntrica, compuesta por sucesivos círculos, que son en número de tres:
La Clase Simbólica u Orden Masónica, con sus cuatro grados de: Aprendiz, Compañero, Maestro y Maestro Escocés;
La Orden Interior, la cual es caballeresca, con sus grados, o quizá mejor etapas, de Escudero Novicio - que es un período de prueba - y Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa.
Estos dos primeros círculos constituyen lo que Willermoz denomina las "clases ostensibles" del Régimen. Ellas contienen lo esencial de las formas exteriores o grados masónicos y caballerescos en vigor en Francia y Alemania (usos de lo que se llamará más tarde el Rito Francés, grados "escoceses", Estricta Observancia), mediante las adaptaciones nada deleznables exigidas por la doctrina.
Viene a continuación un tercer círculo, la "Clase Secreta" de la Profesión y Gran Profesión, capital innovación de Willermoz, en la que "los Hermanos de las clases inferiores que sean juzgados dignos son iniciados, después de las pruebas requeridas, en el conocimiento de los misterios de la antigua y primitiva Masonería y son reconocidos aptos para recibir la explicación y el desarrollo final de los emblemas, símbolos y alegorías masónicos" (Art. 1º de los Estatutos).
Estos tres círculos o clases constituyen el Régimen Escocés Rectificado. No obstante, engastado en su corazón, se encuentra un cuarto círculo, protegido bajo el velo del misterio, y que es el non plus ultra: la Orden de los Élus Cohen. Pero no es posible ninguna confusión. Aunque situada en el centro del Régimen Rectificado, la Orden Cohen no es el Régimen Rectificado; pasando del uno a la otra se cambia a un mundo distinto. En particular, Willermoz se apresuró a proscribir en las clases del Régimen todo lo que pudiera aparentar el menor resquicio de prácticas teúrgicas, como por ejemplo la cábala o la alquimia, siendo estas prácticas exclusivas de la Orden Cohen.
Lo que en contrapartida, tanto la Orden Cohen como el Régimen Escocés Rectificado tienen en común, es la doctrina de la reintegración, esta "ciencia del hombre", tomando la expresión de Joseph de Maîstre, que la Masonería tiene por función enseñar y poner en práctica iniciáticamente. Su substancia iniciática, y por consecuencia, su ritual iniciático, están enteramente fundamentados sobre: 1) la caída del hombre de su estado glorioso original, y 2) su retorno, su reintegración, por medio de la iniciación a ese estado primitivo, iniciación, que para poderse operar exige la intercesión y la acción del "Gran Reparador", que es el Cristo.
La doctrina de la reintegración, Willermoz la ha recibido de las enseñanzas de Martinez. Pero la recibió también de la lectura de las enseñanzas de los Padres de la Iglesia. En efecto, lo que no es muy conocido, es que Willermoz tenía una sólida cultura religiosa; fue educado en los Jesuitas, y a pesar de su precoz actividad profesional, no dejó nunca de tratar de instruirse, lo que podía hacer con facilidad pues contaba con varios clérigos en su propia familia, por no hablar de su entorno masónico. Es así, que el fondo masónico de Lyon conserva sus notas de lectura sobre los Padres de la Iglesia, en particular los Padres griegos (cuyas traducciones eran menos raras de lo que se cree comúnmente). Ahora bien, el tema de la caída y la reintegración es lo que los Padres han expresado, según san Irineo de Lyon, por el tema de la "imagen y semejanza". El hombre ha sido creado a imagen de Dios y según su semejanza; la caída le ha hecho perder la semejanza, pero la imagen, huella divina, permanece inalterable; queda pues readquirir o reconquistar la semejanza. Tal es el objeto y el fin de la iniciación: el retorno de la deformidad a la conformidad, del estado caído al estado anterior a la caída.
Todo el sistema elaborado por Willermoz, es decir, el Régimen Escocés Rectificado, está modelado, y sus formas adaptadas, para permitir a la iniciación operar de ésta manera.
Además, Willermoz, convencido de que la inteligencia es un talento recibido de Dios - talento que según la parábola evangélica, el hombre tiene la obligación de hacer fructificar - dobla el proceso iniciático por un proceso pedagógico: redacta una serie de "instrucciones" que se suceden de grado en grado, a fin de exponer gradualmente y de manera cada vez más clara y completa esta doctrina de la reintegración en todos sus aspectos, no ya solamente antropológicos, sino también cosmológicos y teosóficos. Estas instrucciones culminan en la Instrucción secreta a los Grandes Profesos, donde estalla su genio metafísico, como también por otra parte en las instrucciones de las "lecciones de Lyon" que son de su cosecha; ya que da de la metafísica de Martinez una presentación particularmente luminosa.
Las mismas cualidades: lógica, claridad, sentido de los matices, calidad de expresión, caracterizan el Preámbulo, verdadero discurso/programa que pronunció ante el Convento de Wilhelmsbad, el 29 de julio de 1782, a fin de presentar a la vez el Régimen y su inspiración. Willermoz estaba verdaderamente dotado tanto para los conceptos y la escritura como para la organización; era con evidencia un espíritu de primer orden.
Lo que sin embargo resulta importante remarcar con fuerza es que Willermoz nunca reconoció ser el verdadero autor de las instrucciones de las que era redactor, siempre creyó, al igual que afirmaba Martinez, no hacer más que transmitir una muy antigua tradición, casi inmemorial. De hecho, tanto para uno como para el otro, ésta tradición, es decir, a la vez la doctrina, que es la ciencia del hombre, ciencia de la reintegración del hombre y la iniciación que va con ella, son el hecho de un único "Alto y Santo Orden", cuyo origen es tan antiguo como el mundo, y del que, tanto la Orden de los Élus Cohen como el Régimen Escocés Rectificado, son simples manifestaciones temporales, de ahí su harmonía de alguna manera preestablecida. Alto y Santo Orden, cuya función es la de restablecer el verdadero Templo, el templo del Hombre donde reside el Espíritu, por y en Cristo - otra manera de describir la reintegración.
Cuando murió en 1824, a la venerable edad de 94 años, quizá Willermoz tuviera el sentimiento de que su obra se extinguiría con él, o que simplemente se había extinguido ya antes. Sabemos que no fue así, y que el Régimen Escocés Rectificado, en todas sus clases, retomó más tarde fuerza y vigor, sin hablar de la Orden de los Élus Cohen que excedería el campo del presente estudio. Sin embargo, podemos ahora decir - lo que no era forzosamente cierto hace solamente cien años atrás - que la obra de Willermoz ha estado siempre, y ahora más que nunca, de absoluta actualidad.
Bibliografía sumaria
- La Franc-Maçonnerie, nº 19 de la revista "Dix-huitieme siècle" (Garnier, 1987). En especial el artículo de L. Hammermayer, La Crise de la Franc-Maçonnerie européenne et el Convent de Wilhelmsbad.
- Actes du Convent national des Gaules tenu à Lyon (1778). E. Mazet en Travaux de la Loge nationale e recherches Villard de Honnecourt, nº 11, 2ª Serie, 1985.
- Actes du Convent de Wilhelmsbad (publicadas parcialmente por J.-F. Var en Les Cahierst Verts, boletín interior del Grand Prieurè des Gaules, núms. 7 (1985) al 9 (1988). Existe traducción española publicada en "Cuadernos Verdes" núms.: 1, 2 y 3 del Gran Priorato de Hispania.
- Les Leçons de Lyon aux Elus Coëns, un cours de martinisme au XVIIIe siècle, par Louis-Claude de Saint-Martin, Jean-Jacques du Roy d'Hauterive, Jean-Baptiste Willermoz (Impreso y editado por R. Amadou, París, Edit. Dervy Livres, 1999).
- Robert Amadou, Honnête homme, parfait maçon, excellent martiniste, Jean-Baptiste Willermoz (1730-1824) L'Initiation, 1985, nº 3.
- Robert Amadou, Anthologie de Jean-Baptiste Willermoz (L'Initiation, 1985, nº 4).
- Robert Amadou, Martinisme (2e éd. Les Auberts, Institut Eléazar, principalmente el Capít. I, II y III).
- Antoine Faivre, L'Esotérisme au XVIIIe siècle en France et en Allemagne (Paris, Seghers, 1973).
- Idem. en varios capítulos en Accès de l'ésotérisme occidental (2ª edición. Paris, NRF, 1996).
- Alice Joly, Un mystique lyonnais et les secrets de la Franc-Maçonnerie, 1730-1824 (Mâcon, Protat, 1938; reimpresión Paris, Demeter, 1986).
- René Le Forestier, La Franc-Maçonnerie templière et Occultiste aux XVIIIe et XIXe siècles (Edit. A.Faivre, Paris, Aubier-Montaigne, 1970, reimpresión, Paris, La Table d'Emeraude, 1987).
- Steel-Maret, Archives secrètes e la Franc-Maçonnerie (Lyon, 1893 - reedición R.Amadou, Genève, - Slatkine, 1985, con una introducción: De l'Ordre, Présentation du Régime Ecossais Rectifié).
- Gérard van Rijnberg, Episodes de la vie ésotérique, 1780-1824 (derain, 1948; reimpresión "Les Introuvables", Ed. d'Aujourd'hui).
- Paul Vuilliaud, Les Rose-Croix lyonnais au XVIIIe siècle (Nourry, 1929).
- Jean-François Var, L'Essor de Phénix, Jean-Baptiste Willermoz et la naissance du Régime Ecossais Rectifié (Travaux de la Loge nationale de recherches Villard de Honnecourt, nº 19, 2ª Serie, 1989).
- Idem. L'Esotérisme chrétien et le Régime Ecossais Rectifié (Travaux de la Loge nationale de recherches Villard de Honnecourt, nº 31, 2ª Serie, 1995).
- Idem. Jean-Baptiste Willermoz, son oeuvre (Cahier Geoffroy de Saint-Omer, Grande Loge Réguliére de Belgique, Nivelles, 1982). Existe edición española: "Jean-Baptiste Willermoz, su obra", Marsay Ediciones, Sevilla, 2001.